“El espíritu de la escalera”
- Talen Conecta
- 14 abr
- 2 Min. de lectura

Hace unos días un médico (no diré nombre) me recomendó hacerme unos estudios, por una enfermedad que tampoco voy a nombrar. Me dijo claramente: “Cuando te los hagas, pásate por consulta.” Me pareció bien, y agradecí mucho tanto su trato y la rapidez con la que me llamaron para hacerme los estudios (dos días después, nada mal).
Al día siguiente de realizarme los estudios, tal como me dijeron, me paso por consulta. Pero no me atiende el médico, sino una enfermera. Me dice: “No tienes cita.” Le explico que ya lo sé, pero que el médico me pidió que pasara cuando tuviera los resultados.
Me busca en una lista… y, efectivamente, no estoy. Va a preguntarle al médico, vuelve, y me repite lo mismo, pero ya con un tono más serio: “Usted no tiene cita.”
Le repito que ya lo sé, que no tengo cita, pero que el médico me dijo que pasara cuando tuviera hechos los estudios. No estoy intentando “colarme” ni aprovecharme, simplemente estaba haciendo lo que me dijeron.
Pero a partir de ahí, ella empieza a ponerse a la defensiva. Me dice que a mí nadie me ha llamado, que nadie me ha dicho que viniera a primera hora (y por cierto, fui a esa hora porque me venía bien, no porque me lo indicaran). El tono ya se estaba volviendo bastante tenso. Y ahí, lo reconozco, yo también caí: me puse a la defensiva. Ya estábamos las dos en ese típico cruce tonto donde nadie gana y todo se vuelve un poco raro.
Al final, me dice: “Solo tenías que avisar que ya te habías hecho los estudios. Podías haberlo dicho por teléfono.”
(Paréntesis: ¿de verdad hoy en día hace falta ir en persona a decir que uno se ha hecho un estudio? ¿No se supone que todo está digitalizado y el informe le llega al médico? Cierro paréntesis).
¿Y cómo reaccioné? Pues como no me gusta reaccionar: me callé. Bajé la cabeza y me fui. Ya por la calle, a los pocos metros, me vino esa famosa sensación del “espíritu de la escalera”, esa idea brillante o respuesta justa que llega... cuando ya es tarde.
Me sentí mal, la verdad. Porque no supe defender mi punto desde la calma, desde la claridad. Y eso es precisamente lo que yo intento enseñar a otras personas: cómo comunicarse mejor, incluso (y sobre todo) en momentos incómodos o tensos.
Así que sí, me fallé un poco a mí misma… pero también aprendí. Y esa es la parte que quiero compartir.
Por eso, en el taller presencial que haré el 26 de abril, vamos a trabajar justo esto:
- Cómo comunicarnos de forma efectiva cuando el otro se pone a la defensiva.
- Cómo no perder la calma (ni los papeles).
- Cómo salir de ese tipo de situaciones con dignidad… y sin quedarte con cosas atragantadas.
Se llama “Atención al público: comunicación efectiva para situaciones difíciles”, y está pensado para cualquier persona que, como yo ese día, se ha sentido frustrada por no saber muy bien cómo manejar una situación tensa.
Si te ha pasado algo parecido, este taller es para ti.
Y si no… adelántate y que no te pase.
Te espero allí
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